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Cuando aumenta demasiado el número de individuos de una especie y daña considerablemente el medio ambiente, se le llama plaga. Por el mismo daño realizado al medio ambiente, sumado a la escasez de recursos, el número de indivduos de la plaga se reduce y ésta deja de serlo. Los mecanismos para reducir el número de individuos bien pueden denominarse como “control de plagas”; y dado que por la definición anterior, la humanidad puede ser entendida como una plaga, se puede decir que los mecanismos de control de plagas de la naturaleza se han retardado en rebajar la cantidad de seres humanos satisfactoriamente, de modo que, el hombre, como buen control externo, se encarga de ser su propio control de plaga. “Ojos que no ven, corazón que no siente” reza el viejo adagio y el hombre le ha comprendido bien, pues no suele matar de forma directa a menos que sea estrictamente necesario; actualmente, crea instituciones -o permite su existencia- encargadas de reducir el número de sujetos de los modos que se sientan más lejanos posibles. Una de esas creaciones, el “dicom” en Chile, famosa por su método de laberinto sin salida, se encarga de marcar un hombre cualquiera basándose en una deuda que pueda tener, no para su apedreamiento -que sería muy directo-, sino para que, una vez marcado, nadie le dé trabajo, de modo que se vea obligado a robar para vivir o a caer en desgracia para que, en lo posible, se quite la vida y la sociedad quede totalmente libre de toda sensación de injusticia o culpa.
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Post publicat al blog de l'amic Alejandro "Filosofía y Café", el passat Dim-23-Oct. Gracias, compañero.